martes, 20 de abril de 2010

250 abdominales y 30 minutos de cinta: Yo te absuelvo.

Es curiosa la información estadística que puedo obtener del Programa Informático de Gestión, PIG (vaya acrónimo poco adecuado para un sistema diseñado para gimnasios), que tengo en el SOHO y que activáis cada vez que entráis por la puerta, con vuestro carné de socio.

Cuando alguien no tiene los resultados esperados, con la rapidez anhelada, me veo tentado a mostrarle cómo su constancia ha dejado mucho que desear. Nunca lo hago porque tengo asumido que el derecho al pataleo, aunque sea injustificado, está incluido en la cuota mensual. Pero si no se logra mantener una asistencia regular al gym, durante un período prolongado de tiempo, de nada valdrá ni el mejor gimnasio del mundo, ni ningún monitor, ni la rutina más sofisticada, ni entrenar con la máxima intensidad.

Aunque ya lo advirtió Ebbe Skovdahl Hansen, el exitoso entrenador de fútbol danés, “Las estadísticas son como las minifaldas: Te dan buenas ideas, pero esconden lo más importante”, a veces sirven para extraer algunas conclusiones.

El día más concurrido de la semana es, con diferencia, el lunes. Parece que todos vienen a purgar sus pecados de fin de semana. Los martes, la asistencia baja un poco. Los miércoles, muchísimo, aunque podríamos justificarlo si pensamos que se debe a que la mayoría tiene rutinas de 4 días, por lo que es la jornada de descanso.

Si no fuera, claro, que los jueves viene menos gente que los martes y, los viernes, en el SOHO sólo se escuchan los grillos, mientras terminamos de entrenar Carolina, el Marqués, Kike y yo. Con unas cuantas Tumbleweeds, esas bolas de arbusto seco que ruedan y unos sombreros de cowboys, clavaríamos la escenografía de Harry el Sucio en el desierto de Almería.

Cuando analizo los meses, pasa algo parecido: Los más concurridos son enero, mayo y septiembre, siendo la asistencia bastante menor en los otros y nada regular. Los cambios espectaculares que experimentaron algunos “Socios SOHO del mes”, como bajar 10 puntos porcentuales de grasa, la diferencia entre obesidad y fitness, o aumentar 5 kilos de masa muscular, transformando un joven enclenque en un atlético mocetón, fueron posibles con entrenamientos de más de 14 meses consecutivos, gracias a la CONSTANCIA. Desgraciadamente, de eso no tengo para vender.

En varias entradas anteriores, ya hablamos sobre la importancia del hábito. Pero ¿qué es un hábito? y ¿cómo se hace para crearlo y mantenerlo? Mi amigo y psicólogo Germán Ricardo Orjuela me dio una clase magistral sobre el tema: Se denomina hábito a toda conducta que se repite en el tiempo, de modo sistemático, especialmente cuando se ha adquirido por la práctica o la experiencia. Un hábito no es una mera conducta asidua, sino que debe tener un grado de regularidad y estar tan arraigado, que se confunda con la vida misma del individuo que lo ostenta.

Para crearlo, es útil designar y respetar una hora concreta para la tarea, ya que el cuerpo se preparará anticipadamente para realizarla. Tened en cuenta que el cerebro aprende a responder automáticamente a los estímulos que le enseñamos y decimos que son correctos. A este tipo de estímulos se les llama Estímulos discriminativos.

El ejemplo más conocido es el experimento que hizo el fisiólogo ruso Iván Pávlov, haciendo sonar una campanilla, antes de alimentar a su perro. Después de entrenar el cerebro del animal durante varios días, para que asociara la campanilla con la comida, comprobó cómo el simple sonido de ésta, provocaba la salivación del perro, preparándose para comer. El estímulo discriminativo es, en este caso, la campanilla.

Pero estos estímulos pueden empezar a competir con otros. Unos nos prometen placer a corto plazo, como quedarnos tumbados en el sofá, otros, beneficios a medio/largo plazo, como ir al gimnasio. Para construir el nuevo hábito, debemos persistir en la tarea que nos hemos propuesto, entrenando al cerebro hasta que aprenda a relacionar la sensación de placer que nos producen las endorfinas y la serotonina, segregadas durante el entrenamiento, con el hecho de ir al gym. Si hasta ahora ganaba el sofá, la mente empieza a invertir los significados y comenzamos a hacer la nueva tarea naturalmente y sin esfuerzo.

Cuando adquirimos el saludable hábito del gym, el día que no venimos nos falta algo y hasta estamos más cansados y apagados. Últimamente, son varios los socios que han descubierto estas sensaciones. Pero no tratéis de explicarlo a alguien que nunca lo haya sentido: Es inútil.

Cuando los socios me decís que tenéis poco tiempo u os duele algo o no tenéis muchas ganas de entrenar, para preservar el hábito os sugiero que vengáis a hacer lo que podáis, media hora, un músculo, un poco de bici, y hasta venir a charlar un rato, porque como se pierda o lo reemplacéis por otro… malo.

Muchas veces, el cansancio es sólo psicológico y, descubriréis que nada más empezar a entrenar os activáis, pudiendo terminar la rutina completa. Buena parte de ese cansancio se debe a que nuestro cerebro suele hacer Atribuciones irracionales, o sea, sin fundamento. Lo que explica, por ejemplo, que en los días de lluvia la asistencia al SOHO baje a la mitad: Es que el día esta triste… Estimad@s soci@s: En el SOHO no hay goteras. ¡Qué mejor que un día de lluvia para venir a entrenar!

Si no tenéis ganas y aún así venís a entrenar media hora, habréis dado un paso muy importante para preservar el hábito. En caso contrario, si no venís al gym un jueves, por ejemplo, es muy probable que el viernes digáis: ”Ya falté ayer…,el lunes empiezo en serio”, con el resultado de más de media semana perdida.

Algo parecido pasa con la dieta. Si sucumbís a la tentación de algo prohibido, será más fácil caer en la siguiente. En cambio, si sois fuertes y resistís, ateniéndoos a nuestra dieta sana, eso os dará fortaleza para rechazar el próximo posible desliz. Tampoco se trata de no probar nunca más eso que os vuelve locos, llámese chocolate, pizza o gin tonic de Bombay Sapphire, sino que sepáis cuándo y cuánto.

Y eso me recuerda a todos los socios que me dicen a finales de julio: “En agosto no voy a venir porque bla, bla, bla, bla, pero en septiembre me tienes aquí”. Cumplen su palabra la tercera parte, estadística en mano: Han perdido el hábito o lo reemplazaron por otro.

Otra de las excusas más requeridas para justificar ausencias es “estar malo”. ¿Debemos entrenar estando malos? Depende de lo que entendamos por “malo”. Con un simple resfriado, es recomendable continuar entrenando, aunque con un 25% menos de peso, para no agotar al cuerpo. Como dijo el ex Mr. Olympia Lee Haney: Nunca peguéis a un caballo cansado.

En caso de padecer gripe, debemos dejar al cuerpo toda la energía disponible para luchar contra la enfermedad, así que debéis quedaros en casa. Para evitar los retrasos en vuestro progreso que los virus Influenza os causan, lo mejor es la prevención. Como el virus se transmite por contacto físico y entra por los ojos, nariz y boca, evitad tocaros la cara con las manos y limpiarlas bien con jabón anti-bacterias, frecuentemente. También ayuda mucho mantener el sistema inmune en perfectas condiciones, evitando el sobreentrenamiento, durmiendo entre 7 y 9 horas diarias y practicando una dieta sana.

Son muchos los que dicen que desean algo, pero son muy pocos los que de verdad van a por ello. Así que si realmente os interesa mejorar vuestra estética y salud corporal y mental, debéis pelear por el saludable hábito de cuidarse en el gimnasio. Vale la pena. Como dice esa extraordinaria perla de sabiduría popular: El que quiera peces, que se moje el culo.

http://www.sohofitnessclub.com/